jueves, 24 de octubre de 2019

Moradillo

MORADILLO

 También conocido como Molle Morado y como Molle de Curtir, pero más frecuente y afectuosamente como “Moradillo”, este noble arbustito es típico de las sierras de Córdoba, tanto, que comparte, junto con el Espinillo y el Piquillín, el honor de dibujar el paisaje serrano que tanto aman los turistas. Se emplea en construcciones rústicas, como corrales y cercos, y como combustible. Repito, también se usa la infusión de su follaje para curtir. Se dice que los vaqueanos de las sierras emplean el follaje mascado para calmar el dolor de muelas.



La Hoja

Las hojas del Moradillo son simples, alternas y brevemente pecioladas. Pueden brotar del tallo tanto solitarias como en ramillete. Por lo común, la hoja joven brota sola, y a poco brotan otras a su lado. Y aquí quiero dar a conocer lo que a mi entender es uno de los atributos que hacen que este arbustito sea único. Hablo de su hoja polimorfa. Más claro, de su hoja que tiene distintas y muchas formas. A diferencia de otros árboles y arbustos nativos de Córdoba, que tienen una hoja con una sola forma, el Moradillo, huyendo de la monotonía (debiera decir del monomorfismo, para hablar con más propiedad) quiso que sus hojas fueran de mil formas diferentes. ¡En cuántas dificultades me pusiste, cuando estaba aprendiendo a reconocer especies, Moradillo! A saberlo antes, no me hubiera costado tanto entender por qué cada uno que veía lo reputaba por un árbol diferente. Te ahorro el mal rato, y te advierto que, en el Moradillo, la hoja joven es inconfundible, porque tiene forma de campanita o escudito. A lo menos a mí se me antoja esta forma. Es tierna de ver, y su forma, sugestiva, convida mil comparaciones curiosas en quien la ve. A medida que envejece, la hoja sufre una metamorfosis, y se hace más alargada y oblonga, hasta alcanzar forma elíptica. Pero no para aquí la cosa, porque no sólo la forma cambia, sino el tamaño, el color y el grosor también. Cuando escasea el agua y está insolada, la hoja se vuelve más coriácea, oscura y menuda, en tanto que cuando abunda el agua y crece en un lugar donde se alterna sol y sombra, es más blanda, clara y grande. De modo que, dependiendo de las condiciones, la edad y otros tantos factores, la hoja desarrolla determinada forma, color, tamaño y grosor. A modo anecdotal, los Moradillos que tengo en casa, que se crían con mucho regalo, no se parecen en nada a los que encuentro en la sierra, que son más adustos y bravíos.




El Follaje

El follaje es caduco, si el invierno se pasa de recio. De lo contrario, suele ser persistente. El tronco, raras veces derecho, y las ramas abundantes, siempre se hallan completamente cubiertos de líquenes, lo que presta una languidez cenicienta a su figura. El ramaje es abundante, espinoso, torcido, quebradizo, intrincado. Las ramitas menores se disponen alterna y horizontalmente, en un perfecto ángulo de 90 grados, terminando todas con una aguda espina por punta, lo mismo que el Piquillín.
Rindo mi respeto y admiración a este, en apariencia, nimio arbusto. Pero no me dejo engañar por su tamaño modesto y porte sencillo. Y tanto más lo admiro cuanto pequeño es su cotiledón. Me cuesta explicarme cómo, de semejante fragilidad, así tan diminuta y vulnerable, pueda, arrostrando todas las dificultades, crecer hasta convertirse en un magnífico ejemplar, como esos que veo en mis salidas serranas. Hormigas, cuises (aman los brotes tiernos), incendios, pastoreo, sequías, heladas, langostas, orugas, granizo, hongos, aun la competencia de otros árboles ya adultos por luz, agua y suelo, son sólo algunas de las adversidades que debe vencer para sobrevivir. Con todo, lo logra.
Sin embargo, hay un enemigo que lo tiene suplicando por su vida. Y es que hoy, lamentablemente, está proscripto y en franca y alarmante retirada, porque no se ajusta a los modelos mentales de belleza y progreso que trae consigo quien adquiere un terreno en las sierras, por lo que lo primero que hace es arrasarlo y reemplazarlo por otros árboles advenedizos, como pinos, paraísos, siempre verdes y olmos...


La Flor, El Fruto y La Semilla

Florece en primavera. Las flores, pequeñas, blanquecinas y provistas de breves pedúnculos, se agrupan en numerosos racimos axilares.
El fruto es una pequeña drupa, de 5 mm. de diámetro, con forma de esfera, de color morado, de donde, como dijimos arriba, toma su nombre cariñosamente nuestro arbusto. Es pobre de pulpa, de modo que, ya cogido, con frotar un poco los dedos, se desprende luego el epicarpio y queda limpio el carozo. En los dedos queda impregnada una agradable fragancia, que me gusta aspirar bien hondo. Me trae no sé qué nostalgia de sierras y niñez.
La semilla, pequeña, de unos 4 mm. de diámetro, germina con facilidad, sin necesidad de escarificarla. Basta 2 días en remojo y luego a tierra húmeda, para que a poco comiencen a emerger los primeros cotiledones, que son en extremo pequeños, apenas 4 mm. de longitud cada uno. El fruto madura en verano. A partir de Enero ya se puede cosechar.

                                     

                                  
 

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